Cubierta de nuestro catálogo n.º 79 |
Cuando en nuestras
librerías mostramos un libro impreso en el siglo XVII, original o facsímil, a
algún cliente que no está familiarizado con estas antiguas ediciones, al verlo se
sorprende que en otra época la ortografía no fuera la misma que le habían
enseñado como dogma de fe, y cuyas faltas eran pecado mortal, y que en muchos
casos la memorización de la gramática y la ortografía hicieron que algunos no
se atrevieran a escribir, y hasta llegaran a odiar los libros.Y es que aquellos
dictados de la Ortografía de Miranda
Podadera parece que no tenían otro fin que torturar al alumno como puede verse
en este fragmento: “Era bínubo y no bígamo el bigardo y begardo Alberto...”.
Creo
que en la escuela se dedica demasiado tiempo a la ortografía e incluso a la
gramática, y poco a la lectura y a la redacción. Sería más razonable despertar
la afición por la lectura, la curiosidad por la historia de la lengua, y crear
un espíritu crítico frente a la sacralización de la ortografía, de lo correcto
e incorrecto. Y explicar también que la lengua es mucho anterior a la
escritura. Y que la escritura trata de representarla mediante signos, y que al
hablar no utilizamos mayúsculas, ni haches, ni diferenciamos la b y la v, etc. Son
muchos los que a lo largo del tiempo han propuesto una escritura más fonética,
o al menos una simplificación de la ortografía, como Juan de Valdés, Gonzalo Korreas,
Unamuno, Juan Ramón Jiménez, García Márquez.
MARIO FERNÁNDEZ, librero
Texto publicado en el Catálogo n.º 79 de Librería Berceo (diciembre 2018 - marzo 2019)
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