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"El Origen de las especies" en Austral |
En 1960, siendo un niño de catorce años, entré
a trabajar en los talleres de la Editorial Espasa-Calpe, que por aquellas
fechas se encontraban en el mismo edificio de la editorial, construido para tal
fin en la madrileña calle de Ríos Rosas, 26. Los primeros meses empecé de aprendiz
de encuadernación, para luego incorporarme como aprendiz tipógrafo.
Recuerdo que por aquel tiempo, toda la editorial,
todos los días del año, dedicaba en pleno buena parte de su actividad a sacar
nuevos títulos de Austral y a reimprimir los ya editados. La Colección Austral,
pues, se encontraba a la vez en los despachos de los editores, al mismo tiempo
que en manos de los tipógrafos, linotipistas, en la sección de fotograbado,
estereotipia, impresión, encuadernación, expediciones, etc.
Donde se hacía más visible, donde había a
veces una pleamar de australes era en la nave de encuadernación. Tarimas con
cientos y cientos de tomitos de color
violeta de Luces de Bohemia, junto
con otras pilas de color verde de algunas obras de Unamuno, y separadas por un
muro del último suplemento de la Enciclopedia
Espasa, se encontraban las Poesías
completas de Antonio Machado, limitando con la Ilíada de Homero o las Vidas
Paralelas de Plutarco. Más allá, al fondo, escondidos tras los gruesos volúmenes
de Los toros, de Cossío, y el Summa Artis, volvían aparecer más
australes, en variada gama cromática, de Juan Ramón Jiménez, Cicerón, Baroja,
Larra, Cervantes, Calderón, Lope, Kant, Hegel.
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Portada del n.º 749 de Ínsula. |
En los casi treinta años que trabajé en la
editorial, como tipógrafo, monotipista, corrector de estilo, jefe de redacción
de diccionarios, y por último como uno de los editores de la Colección Austral,
y después, a partir del año de 1990, como profesional de librería de antiguo y
viejo, siempre he tenido como compañeros inseparables estos entrañables tomitos
de Colección Austral.
La primera vez que leí el Quijote fue en la edición de Austral, tenía diecisiete años,
y lo tecleé letra a letra para hacer una nueva impresión para esta colección,
pues los tipos estaban ya muy machacados de tantas reimpresiones. Recuerdo que
me gustó muchísimo, e incluso una vez que daba la hora de salida me llevaba el
pliego que estaba componiendo y lo seguía leyendo en el metro. Así que cuando vi
de nuevo impreso este Quijote sentí
algo muy especial.
Como corrector de estilo me leí unos
cuantos australes, con verdadera devoción, poniéndoles algún topónimo al día,
quitando alguna errata, tratando de mejorar alguna traducción, eliminando
alguna mayúscula clasista de esas que se ponían a los condes, generales,
obispos, etc., siguiendo en este sentido el criterio de José Fernández Castillo,
mi padre, también corrector de estilo de esta editorial, en sus Normas para correctores y compositores
tipógrafos, precursor en cierta forma de los actuales manuales o libros de
estilo al que copiaron algunas cosas sin citarlo. También dediqué largas y
plácidas horas a escribir muchas de las solapas de la misma colección.
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Pág. 1 del artículo en Ínsula. |
Al redactar estas líneas voy recordando
autores de esta colección y que a la vez lo eran de la Casa, y que por otra
parte los conocí personalmente. El primero que me viene a la memoria es José
María de Cossío, que tenía despacho en la misma editorial, frente al de mi
padre y al del poeta Ramón de Garciasol, amigo entrañable de Antonio Buero
Vallejo, autores ambos de la esta colección. Con Martín de Riquer, uno de los
grandes eruditos que más aprecia la labor de tipógrafos y correctores, trabajé
concretamente en la preparación de Clásicos
Castellanos. Federico Carlos Sainz de Robles era autor y asesor literario que
frecuentaba la editorial con asiduidad y que quería que su nombre quedara únicamente
como cronista de la Villa de Madrid. Al secretario de la Real Academia, Alonso
Zamora Vicente y a su mujer, María Josefa Canellada, los fui a ver a la Real
Academia, en la que vivían por aquel entonces acompañados de una gran biblioteca
personal. Con Rof Carballo, médico y psicoanalista, al que publicamos Violencia y ternura, mantuve una cordial
aunque breve relación, en cuyo domicilio de la colonia de Puerta de Hierro de
Madrid, en tardes de larga conversación me comentó con discreción profesional
el nombre de algunos personas entre las que, si mal no recuerdo, estaba
Francisco Umbral. Naturalmente le propuse que escribiera sus memorias para
Austral. Francisco Umbral, al que publicamos Ramón y las vanguardias, sería después cliente asiduo de Librería
Berceo, mi librería, especializada en libros antiguos y viejas ediciones. José
Luis Abellán, hoy presidente del Ateneo de Madrid y al que hace unos días le he
vendido su propia obra, Historia crítica
del pensamiento español, publicada también por Espasa-Calpe, fue profesor
mío en el Colegio Simancas cuando yo tenía doce años, o sea hace cincuenta y un
años, y que a lo largo de estas décadas no nos hemos dejado de ver, y casi
siempre en este entorno de nuestra Austral. Con Víctor García de la Concha, hoy
director de Real Academia Española, tuve el honor de estar a su lado en el
nuevo proyecto del relanzamiento de esta colección.
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Pág. 2 del artículo en Ínsula. |
Desde mi modesta participación en esta
etapa expuse al Comité de ediciones que faltaban libros en la colección tan
importantes como El origen de las
especies, de Charles Darwin, que sin embargo ya había sido publicado en
1921 con la magnífica traducción de Antonio Zulueta en la Colección Universal,
precursora de la Colección Austral, y de la que tantos textos se vertieron a
ésta, pero que la dictadura y el nacionalcatolicismo imperante lo tuvieron
aparcado, y luego por inercia no se volvería a publicar hasta 1987 en la editorial.
En mis andanzas por las librerías de viejo conocí al profesor y biólogo Alberto
Gomis en la librería Gomis, que era la de sus padres, en la calle de la Luna,
muy cerca de la de los Libreros. Le comenté mi intención de recuperar a Darwin
para Austral y me presentó a Jaume Josa i Llorca, biólogo, profesor de Historia
de las Ciencias Naturales de la Universidad de Barcelona y director científico
de la revista Mundo Científico por
aquel entonces, que preparó la edición con la traducción de Zulueta. Hace unos
meses visitando la Casa del Libro me sorprendió gratamente el ver una magnífica
edición conmemorativa en Austral de aquella edición que yo encargué a Jaume Josa,
y que como un cliente más la compré.
Hoy, desde mi apartada librería en el
Madrid Medieval, sigo vendiendo libros de la vieja Colección Austral, muchos de
cuyos ejemplares quizá salieron de aquellos talleres por los que yo anduve
siendo aprendiz en la calle de Ríos Rosas.
Publicado originalmente en Insula -749. Revista de letras y ciencias humanas / Mayo 2009